Reciclar requiere básicamente dos actitudes: voluntad y constancia. Voluntad en separar los residuos dependiendo de su material y depositarlos en el contenedor adecuado. Y empeño para conseguir que esa acción cotidiana y voluntaria acabe por convertirse en hábito.
Éstas son las claves para que los residuos dejen de ser basura y el éxito del reciclaje demuestre el compromiso de nuestra sociedad con el medio ambiente, algo que tiene que ver más con el civismo que con la ecología. Y a la vista de los datos sobre la participación ciudadana en la recogida selectiva de residuos, lo estamos consiguiendo.
En España más del 85 % de la población asegura separar los residuos en el hogar y el trabajo para favorecer su reciclaje. Gracias a ello actualmente recuperamos, por ejemplo, más de un 70% de los envases usados. Una cifra que supera ampliamente los objetivos marcados por la UE para esta importante fracción de nuestras basuras, tal y como recoge la Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de la que se derivan la Ley 22/2011, de 28 de julio, de residuos y suelos contaminados y las correspondientes leyes autonómicas. Y es que los ciudadanos estamos obligados a reciclar porque así lo exigen las normativas comunitaria, estatal y autonómica.
Para ello participamos en un sistema de recogida que es el mayoritario en el conjunto de la UE, que en el caso de los envases fuera de uso está basado en su depósito en los contenedores selectivos que hay en las calles, y que son: el azul para los envases y envoltorios de papel y cartón, el amarillo para los envases y envoltorios metálicos, de plástico y brics, y el verde para las botellas y los frascos de vidrio.
El resto de residuos pueden ser depositados en su contenedor específico allí donde se halle habilitada la recogida selectiva de la fracción, como el de la materia orgánica (marrón), los medicamentos fuera de uso y sus envases (blanco), las pilas, los aceites usados o las lámparas y fluorescentes, entre otros. Aquellos residuos que por el contrario no participan en ningún sistema de recogida selectiva deben ser depositados en el contenedor de la fracción resto o rechazo. Es así de simple. No hay lugar a equívoco.
¿Qué dónde puedo depositar una sartén fuera de uso? Pues si no dispone de un punto verde cercano o un establecimiento comercial que participe en su recogida selectiva échela al resto. Ese es el mal menor. Lo que no puede ser es que, siguiendo el criterio propio, la echemos en el amarillo al ser de metal, porque no es un envase. Como tampoco lo es el cristal de una ventana, que nunca debe ir al verde. Ese error, el de creer que los contenedores están en la calle para recoger materiales, es lo que entorpece el sistema y dificulta la valorización de los envases fuera de uso que el resto de ciudadanos selecciona y deposita correctamente. De ahí que últimamente las campañas de sensibilización y participación se estén dirigiendo mayoritariamente a evitar los impropios, es decir lo que no se debe echar en los contenedores.
El sistema del que nos hemos dotado y que funciona actualmente está concebido en modo de circuito cerrado en base a productos, no a materiales. De manera que una muñeca de plástico no va al contenedor amarillo al que sí que van los envases de plástico, entre otras cosas porque están elaborados con polímeros diferentes.
Un sistema creado para facilitar el reciclaje
Las marcas que colocan en el mercado sus productos envasados, ya sean de vidrio, metálicos, brics, de papel y cartón o de plástico, pagan una tasa (punto verde) con la que se implementa y mantiene un sistema de recogida selectiva basado en la participación ciudadana, a nosotros nos corresponde separar los diferentes envases cuando se convierten en residuo y depositarlos en su contenedor correspondiente, pero solo los envases, porque para que el sistema sea eficiente así ha de ser, de lo contrario estamos dificultando el reciclaje.
Los municipios por su parte mantienen el sistema de recogida y fomentan la participación ciudadana a cargo de los sistemas integrados de gestión (SIG), que son quienes cubren los gastos de todo el sistema mediante la aportación del punto verde que han pagado los envasadores. De ese modo, todo lo que aportan los envasadores se reinvierte en promover y facilitar la recogida de sus envases para poder reciclar los materiales. El beneficio para el medio ambiente es muy alto ya que se produce un notable ahorro de energía, agua y recursos naturales y se reduce la contaminación.
Se trata de un sistema maduro, a cuyo funcionamiento se ha habituado la sociedad en su conjunto y con el estamos alcanzando un notable éxito. Queda mucho por avanzar, es cierto, pero también ha llegado el momento de poner en valor las altas tasas de recuperación alcanzadas gracias a la participación ciudadana.
Recuperar el material de los envases fuera de uso es uno de los principales objetivos de las normativas que regulan la gestión de los residuos domésticos, y para alcanzarlo la inmensa mayoría de los países ha optado por el sistema de contenedores, con el que en países como Bélgica se ha alcanzado un porcentaje de reciclado cercano al 90%. Nosotros estamos ahí, en el pelotón de cabeza. Lo estamos haciendo bien.
Fuente: ecogallego
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