“El crecimiento es el problema, no la solución“. Esta podría ser la síntesis de Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible (El Viejo Topo, 2013), escrito por Jean Gadrey (economista y miembro del consejo cientifico de ATTAC Francia), Borja Barragué (investigador de la UAM y miembro de Ecopolítica) y Florent Marcellesi (activista ecologista, teórico de ecología política y coordinador de Ecopolítica) que se presentó el pasado 3 de diciembre en Madrid.
Solamente el crecimiento podrá garantizarnos las pensiones, darnos trabajo, proteger el medio ambiente y, por tanto, hacernos felices. ¿Es esto cierto? ¿Es el crecimiento la única vía para salir de la crisis? ¿Es, acaso, una salida a la crisis? Cuestionar esta afirmación, que parte de la opinión pública ha aceptado como cierta, y proponer una solución real, viable y sostenible son dos de los objetivos que Marcellesi, junto con los otros dos autores del libro, se ha marcado como punto de partida hacia el cambio social global. Un cambio que Marcellesi tratará de hacer efectivo en Europa, ya que acaba de anunciar que se presenta como candidato a las primarias de Equo con vistas a encabezar la lista de este partido en las elecciones europeas de 2014.
Cuando los expertos económicos, los altos cargos políticos o los grandes medios nos hablan de crecimiento, ¿a qué se están refiriendo?
Hablan del crecimiento del PIB. Es decir, de los intercambios monetarios que se dan y que supuestamente crean riqueza. Sin embargo omiten las riquezas sociales o ecológicas que no tiene en cuenta el PIB. Ni tampoco te cuentan que el crecimiento del PIB tiene un montón de problemas, como puede ser la depredación de los recursos naturales. Este crecimiento no tiene en cuenta los limites ecológicos del planeta, que es algo gravísimo porque solamente tenemos uno. Como decían en el 15M, no tenemos “planeta B“. Por tanto, no podemos seguir creciendo así porque nos llevará al colapso ecológico. O sea, a la crisis energética, a la climática, a la de biodiversidad y a la alimentaria.
Y al mismo tiempo, si no crecemos, en una sociedad como esta, hablamos de crisis social: más paro, más, pobreza y más desigualdad. Ahora mismo los ricos son más ricos mientras hay cada vez más pobres. Estamos en un momento en el que hay un socialismo de Estado para los ricos y un capitalismo salvaje para los pobres. Estamos en un dilema complicado donde hay un colapso social y otro ecológico, por lo que hay que encontrar una tercera vía; una vía donde la posteridad no dependa del crecimiento, sino que se base en vivir bien dentro de los limites ecológicos del planeta.
En alguna ocasión ha dicho que el concepto de “crecimiento“ es como un dogma que no puede contradecirse.
Digo que es un dogma porque es un principio de fe que no se puede cuestionar. Está en todas las bases teóricas de la economía política Incluso los economistas políticos que aparecen en los grandes medios te dicen que tiene que volver el crecimiento porque es la única forma de que vuelva el bienestar. Dicen que es la base de la sociedad porque sin crecimiento no hay empleo, sin empleo no hay salarios, sin salarios no hay consumo y sin consumo no hay producción y, por tanto, no hay empleo. La falacia aquí está en eso mismo que decíamos al principio, y es que, en los países del norte, más crecimiento no significa mayor bienestar. De hecho, por encima de los 15.000 dólares por habitante no existe una correlación ni negativa ni positiva entre aumento de crecimiento y aumento del bienestar. Es decir, que si alguien te cuenta que como está subiendo el PIB va a aumentar el bienestar, te está mitiendo.
¿Y a quién perjudica que se cuestione este dogma de fe?
Básicamente a los oligopolios. Como estamos viendo, esta crisis está enriqueciendo a esa élite minoritaria que ahora tiene más dinero que hace cinco años. También vemos que han aumentado las ventas de los productos de lujo. Decir que se puede prosperar sin crecer supone una redistribución radical de las riquezas, porque la forma de tener una buena vida para la mayoría implica el reparto de la riqueza. Esto supone subir los salarios más bajos y bajar los más altos. Por tanto, ¿quiénes son los primeros perjudicados? Claramente los multimillonarios, ese 1% que acapara la mayor parte de la riqueza. Pero hay que tener en cuenta que esos “perjudicados“ constituyen un pequeño porcentaje de la sociedad. Y nosotros, ¿qué queremos? ¿Bienestar para la gran mayoría de la población o solo para esa minoría que está viviendo muy por encima de sus posibilidades?
Imagine que esta entrevista la está leyendo la señora Matilde, que tiene 80 años y vive en su barrio de Madrid de toda la vida. Y lo que está leyendo le convence. ¿Cómo puede contribuir ella, desde su lugar, a este cambio social?
Hombre, como consumidora o como votante, puede hacer cosas muy simples. Por ejemplo, en vez de ir a comprar a los supermercados o a las grandes superficies, puede ir a comprar a las tiendas de su barrio. Esto es muy fácil de hacer y, además, crea empleo. Hay que saber que, por más que se venda lo contrario, las grandes superficies destruyen empleo. Donde se crea trabajo es en los barrios, a nivel local. Estas son cosas que todos podemos hacer y que no implica un cambio en tu vida tan grande como parece.
Pero las personas mayores tienen muchas más cosas que pueden aportar a la sociedad; por ejemplo su experiencia. Tenemos tendencia a olvidar el pasado y a no querer aprender de las generaciones anteriores. Por eso precisamente me gusta tanto el tema de los huertos urbanos, porque es un lugar donde se producen intercambios generacionales. A estos huertos va gente de 20 años que no sabe cómo se planta un tomate, que no sabe qué fruta es de cada temporada… Y una persona mayor, que sí que ha vivido en el campo, puede enseñarles mucho. O sea, que tienen un papel fundamental en el cambio.
¿Y qué es la ecología política?
Por hacer una definición breve, diría que es aquella que propone justicia social y ambiental en el norte y en el sur para las generaciones presentes y futuras y de forma armónica con la naturaleza. Creo que esta definición es la más global que hay actualmente en lo que respecta a las ideologías, porque miramos a las personas pero lo hacemos dentro de su entorno ambiental. Ojo, que es muy importante -y volvemos a lo que hablábamos al principio de la entrevista- porque supone vivir bien pero dentro de los límites ecológicos. Si entendemos esto, se entenderá también por qué tenemos 50 eurodiputados. Y es que somos capaces de tener un discurso global, profundo, social, ecológico, económico y político sobre todos los aspectos que tienen que ver con el día a día de los ciudadanos. Extracto de la entrevista de Maria Cappa en La Marea
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