La preocupación y alarma por inusuales descensos en el nivel de aguas del Amazonas, el río más caudaloso y largo del planeta, alcanzó las últimas semanas proporciones realmente preocupantes.
En Brasil, la Prensa local hablaba que los niveles del río se estaban acercando rápidamente a su récord histórico de 1963.
Una de las ciudades más afectadas es Manaos, donde las poblaciones ribereñas viven en cabañas sostenidas sobre pilotes, normalmente tapados por el agua y donde ahora está seco. Selva adentro existen poblados que han quedado aislados.
En Colombia, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales informó sobre una inquietante reducción de entre siete y nueve metros del río, que tiene siete mil km de longitud que van desde su nacimiento en los Andes peruanos hasta su desembocadura en el Atlántico.
La parte más afectada resulta ser la Ciudad de Leticia, en la frontera con Perú, a la que solo se llega por aire o por barco.
En tanto en Perú, donde la situación se agravó hace unas dos semanas, las autoridades levantaron la alerta roja ante una leve mejoría del nivel de las aguas.
La población que vive en la región, totalmente dependiente de los ríos, sufre para desplazarse y el acceso al combustible, la comida y el agua potable queda restringido.
Por el contrario, tras la ola de frío, la selva atraviesa ahora una ola de calor que implica temperaturas de 36 grados centígrados a la sombra y una sensación térmica de 40 grados.
Imágenes satelitales muestran que toda la Amazonia está seca y no habrá lluvia, sobre todo en la selva central peruana, donde discurren los ríos Huallaga, Marañón y Ucayali, principales afluentes del Amazonas.
La sequía de este año, hasta ahora, está asociada con una variabilidad natural. Pero con el cambio climático estos fenómenos pueden intensificarse. Los datos de esta década muestran un aumento de estos fenómenos extremos.
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