El planeta sufre una disminución de su capital natural y la extinción de especies se produce a un ritmo alarmante. Este despilfarro de biodiversidad, junto a otras amenazas como el cambio climático, nos precipita a los límites del planeta y provoca graves secuelas sociales y económicas, valoradas en miles de millones de euros anuales a nivel mundial.
No hay duda. Hemos dilapidado gran parte de nuestro patrimonio natural. La actual crisis de la biodiversidad, queda reflejada en el reciente fracaso de la UE frente al objetivo de detener la pérdida de biodiversidad para 2010, y refrendada con datos aplastantes -como los publicados esta semana con la aparición de la nueva Lista Roja Mundial de Aves (2014), elaborada por BirdLife International-, donde se evidencia que el 13% de las aves del mundo están a punto de extinguirse, porcentaje que aumenta hasta el 25% en el caso de las especies nuevas recién descubiertas. Con este escenario no hay tiempo que perder, es prioritario ponerle freno a la pérdida de biodiversidad en Europa en el nuevo plazo acordado, en 2020.
Es verdad que en cualquier tertulia –ya sea en casa con nuestra familia, con amigos en un bar o en un despacho con un alto cargo político–, ya nadie discute que la situación es inquietante, que es obligado dar un giro y que el modelo actual ha llegado a su fin. Pero a pesar del consenso aparente y de los aplastantes datos científicos, seguimos malgastando naturaleza.
¿Estamos preparados para el cambio?
También es cierto que las manifestaciones de nuestros representantes muchas veces son impecables pero -hablemos claro- en España se sigue derrochando biodiversidad. Existen multitud de ejemplos: querer convertir el subsuelo de Doñana en un almacén de gas, autorizar sondeos petrolíferos en un verdadero santuario de la biodiversidad marina en Canarias etc., etc., etc. ¿Cómo es posible que en tiempos de crisis se pretendan inversiones ambientalmente inadmisibles, cuando existen otras alternativas social, económica y ambientalmente más rentables?, ¿cuántas energías y esfuerzos más tenemos que invertir científicos, técnicos, conservacionistas y ciudadanos para argumentar y demostrar las graves consecuencias de estas nuevas iniciativas?, ¿por qué no se consideran importantes las poblaciones locales, ni rentable el uso compatible que hacen de su entorno como medio de vida?, ¿cómo es posible que pongamos en peligro especies y hábitats prioritarios de alto valor y arriesguemos espacios de la Red Natura 2000?, ¿Por qué arriesgamos nuestro Patrimonio natural y, al mismo tiempo, nos enfrentamos a multas millonarias por incumplimientos de la normativa ambiental? No se entiende, pero coincidiremos en que es un caso claro de malversación de nuestro Patrimonio Natural, de nuestra auténtica riqueza ¿Será un buen negocio hipotecar así nuestro Patrimonio Natural al mejor postor? No rotundo.
Aún así, España es todavía el país más rico en biodiversidad de la Unión Europea. Sin embargo todavía tiene dudas y busca ventajas y soluciones “nada verdes”, que empeñan para siempre nuestra riqueza natural e hipotecan el futuro de todos. En este sentido, no sólo es importante insistir en que existen especies que están al borde la de la extinción, sino que nuestras aves más comunes están desapareciendo. Esto último, quizás, es aún más grave. Nos quedamos sin gorriones, sin golondrinas... y esta situación es especialmente inquietante en los medios agrarios. SEO/BirdLife ha detectado descensos poblacionales de más del 30% para algunas especies comunes en los últimos quince años, que hacen temer una “primavera silenciosa”.
Pues aún así, nuestros representantes se empeñan en negociar en Bruselas ayudas a la producción, donde España no es competitiva, sin apostar por la agricultura ecológica donde somos una potencia europea en producción. Sigue sin interesar una PAC más verde, que se ajuste de verdad a nuestra realidad agraria y cuyas ayudas económicas se repartirían de forma más equitativa en el medio rural ¿Cómo se puede seguir apoyando una agricultura intensiva y a los monopolios agroindustriales? ¿Por qué arruinar así el futuro del sector agrario en su conjunto y empobrecer nuestra naturaleza? No nos conformemos. Estamos envenenando el campo con agroquímicos y hundiendo las economías locales. Nos pasará factura.
De hecho, en los últimos años, los recortes en los Presupuestos Generales del Estado para biodiversidad y desarrollo rural han sido especialmente sangrantes. Hemos pasado de gastar con frivolidad y sin control, a una austeridad cruel con los que más lo necesitan: la gente del campo, el mejor aliado para defender nuestra biodiversidad.
Hacer una apuesta valiente
Seamos sensatos. En tiempos de limitaciones económicas y crisis ecológica profunda, donde uno de los principales problemas del país es el paro ¿por qué no se apuesta por una clara política de generación de empleo verde? Ahora, sería incontestable una política económica que invirtiera en biodiversidad. Me explico. ¿Por qué no hacer una apuesta más valiente, que genere empleo en el mundo rural, dentro de espacios protegidos, en auténticos yacimientos de empleo verde, donde están las especies amenazadas y conseguir ambos objetivos de una vez? ¿Por qué no se invierte en conservar y restaurar hábitats, como medida eficaz de adaptación al cambio climático? ¿Por qué no apostar por las energías renovables responsables en un país rico en viento y sol?
Estamos ciegos. Nos movemos por las inercias de siempre o por los poderosos intereses de siempre. Estamos abandonando nuestras mejores oportunidades como país, aquellas donde somos o éramos líderes y que, a su vez, nos defenderían de nuestro mayor problema social, el desempleo; y armarían a nuestros principales sectores económicos (turismo, agricultura…) frente a las amenazas del cambio climático. Sobran razones, pero ¿Hay voluntad política para hacerlo?
Hablemos claro, en España, solo con cambios profundos en las políticas sectoriales (agraria, de pesca, de aguas, energética…) será posible armonizar el desarrollo rural sostenible y el cumplimiento de los ambiciosos objetivos para la biodiversidad acordados en 2010 en Madrid, bajo la Presidencia española de la UE, y en Nagoya (Japón) en la cumbre de la ONU.
Nos jugamos mucho.
Despilfarrar biodiversidad es empobrecer nuestra mejor “marca España”, nuestra riqueza natural. Sin embargo, lejos de ser atendida, los gobiernos de España y sus autonomías le dan la espalda. No vale la excusa de la crisis ¡Todo lo contrario! No es discutible, es la única política social, ambiental y económicamente rentable. Estamos haciendo un mal negocio.
Fuente original: lavanguardianatural
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