Son muchos los expertos que coinciden en señalar que antes de debatir sobre el origen de las fuentes de energía que han de permitirnos avanzar hacia un desarrollo más sostenible, es mucho más urgente gestionar mejor la demanda de la energía que ya tenemos a nuestra disposición: esta es la gran alternativa energética que tenemos a nuestro alcance, la más directa y factible.
Para promoverla es necesario que la eficiencia se eleve a la categoría de recurso energético y que se fomente su desarrollo en todos los sectores de consumo: desde la casa hasta la industria, el campo y el transporte.
Y es que la escasa eficacia del actual aprovechamiento energético es uno de los principales aspectos que debemos mejorar si queremos emprender el buen camino hacia un uso más sostenible de la energía. Mucho antes de estudiar las posibilidades y los riesgos que ofrecen las distintas fuentes, se hace urgente habilitar medidas para detener el tremendo despilfarro que provocan los actuales hábitos de consumo, que si, han cambiado a raíz de la crisis y el encarecimiento de la tarifa, es cierto, pero sigue basándose en el derroche.
A pesar de los esfuerzos para intentar promover la cultura del ahorro, el malgasto sigue siendo la característica que define nuestro modelo de consumo energético. No importa el sector que analicemos: desde el industrial hasta el doméstico, el agrícola o el del transporte, antes que consumidores somos derrochadores de energía. Y ese es un lujo que ya no nos podemos permitir, entre otras cosas porque cada vez nos va a salir más caro.
Hay agricultores que siguen manteniendo sus invernaderos con viejos sistemas de calefacción alimentados por gasóleo que consumen tres veces más de lo necesario por no analizar las oportunidades de aislamiento de las naves. Talleres y fábricas equipados con maquinaria eléctrica anticuada cuyo consumo se podría reducir hasta en tres cuartas partes actualizando los sistemas.
Es cierto que el modelo de las smart cities avanza y que cada vez son más las poblaciones españolas que se adhieren a esta red de ciudades inteligentes en el consumo de energía, pero en la mayoría de nuestros municipios las farolas de las calles se siguen encendiendo a plena luz del día y los aspersores de los jardines se activan mientras llueve. Otro par de curiosidades: ¿cómo es posible que España sea uno de los países de la UE donde se venden más secadoras gozando de los mayores porcentajes de radiación solar? y ¿cómo puede ser que en los comercios las bombillas que más se vendan sigan siendo las incandescentes?
Amortizar el gasto en poco tiempo
El derroche es cómodo, por eso la cultura del malgasto sigue prevaleciendo, porque mucha gente sigue pensando que analizar, detectar y poner en marcha las oportunidades de ahorro requiere un esfuerzo y además sale caro. Y no es así.
Las modernas bombillas tipo led son más caras que las incandescentes, es cierto, pero no muchísimo más. En Ikea tenemos leds por menos de 5 euros. Si las instalamos en sustitución de las viejas bombillas que diseñó Edison, que en realidad son pequeñas estufas ya que el 80% del consumo se transforma en calor, amortizamos el gasto en menos de un año, y a partir de ahí a ahorrar dinero, mucho dinero. En casa este simple gesto nos ha permitido igualar el recibo de la luz a pesar del espectacular aumento de la tarifa.
Otra cosa que hemos hecho ha sido eliminar el aplique que teníamos en la terraza. Fuera instalación. A partir de ahora las cenas de verano estarán iluminadas por luz solar. Los ingenios solares para el aprovechamiento doméstico de esta fuente renovable de energía primaria están evolucionando mucho en los últimos tiempos, ofreciéndonos cada vez nuevas oportunidades para el autoconsumo (esa palabra que hace temblar a las eléctricas).
En la terraza hemos instalado la lámpara solar de Schneider, un último ingenio en eficiencia energética que me permito recomendarles. Porque no es otro gadget solar como las linternas que se apagan a los pocos minutos o los farolillos de jardín que emiten menos luz que un mechero. No, en este caso se trata de una lámpara solar que ofrece una intensidad de lumens equivalente a la de un fluorescente de tamaño medio y, lo más espectacular, con una autonomía de hasta 48 horas.
Va equipada con una pequeña placa solar que se puede colgar en la barandilla del balcón o la terraza, sin necesidad de instalación y, por supuesto, sin miedo a que nos obliguen a pagar por ella, como pretende el Ministerio de Industria.
Eficiencia + renovables. Esa es la fórmula magistral, el desvío que lleva al futuro y que debemos coger ahora, porque la autopista del derroche por la que transitamos cómodamente nos lleva de cabeza a la oscuridad.
Fuente: ecogallego
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